La Corporaloteca y Leevitemos se unen para crear un nuevo y maravilloso espacio: El Costurero. Se trata de un encuentro semanal para tejer con sentido. Nos hemos unido a un movimiento nacional llamado El Ojo de la Aguja, en el que bordamos los nombres de los líderes sociales asesinados después del Acuerdo de Paz firmado con la exguerrilla de las FARC. Además con el club de lectura Leevitemos, llevamos diferentes lecturas a nuestro costurero; lecturas que llaman a tomar consciencia política e identitaria en el contexto regional, nacional y global.
EL OJO DE LA AGUJA
Te bordo con hilo rojo para dignificar la vida y reclamar justicia
Repertorio y archivo bordado para los líderes y lideresas sociales y defensores de derechos humanos que han sido asesinados y asesinadas en Colombia desde el 1 de diciembre de 2016.
Isabel Cristina González Arango Adriana Marcela Villamizar Gelves
El ojo de la aguja
Bordo letras, bordo historias. Te bordo y a ti me bordo, paisano muerto... Te abrazo con hilo y aguja, con una puntada hermosa —la que más bonita me sale—, con aro de madera e hilito rojo de acrilán. Miserere nobis, entre uno y otro pespunte... suspiro. En este pañuelo de algodón blanco, abrazo a tus padres, a tus hijos y a tu compañera de vida; abrazo a este México doliente y roto que, como tus deudos y tú, llora, se desangra y pregunta, sin que nadie lo consuele
Beatriz Eugenia Andrade Iturribarría
El Ojo de la Aguja: Te bordo con hilo rojo para dignificar la vida y reclamar justicia es el nombre del memorial que hemos comenzado a elaborar por cada una de las personas, líderes, lideresas sociales y defensores de la vida y el territorio, que están siendo asesinadas sistemáticamente en Colombia desde el 1 de diciembre de 2016, fecha en que inició la implementación del Acuerdo para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera entre el Estado colombiano y la antigua insurgencia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), hoy convertida en el partido político Fuerza Revolucionaria del Común (FARC).
Hilos que se entrelazan para replicar la experiencia
Esta iniciativa de tejido conmemorativo nació en abril del 2017 inspirada por el intercambio de experiencias y los lazos de solidaridad que se conservan con los colectivos de México Fuentes Rojas: Una víctima, un pañuelo, y Bordando por la paz y la memoria de México, los cuales desde el 2011 se han tomado calles y plazas para bordar los nombres y las historias de las víctimas de la violencia y construir un memorial capaz de romper el silencio y la indiferencia, así como generar, a partir del gesto personal de bordar en el espacio público, un vínculo de solidaridad y resistencia que desafía la impunidad mediante la consigna: “Somos una voz de hilo y aguja que no se calla”.
Bordar para luchar contra el silencio, la impunidad y la indiferencia
En Colombia las víctimas del conflicto armado parecen multiplicarse con el correr de los días, y cada una de ellas merece desde el presente un memorial, un gesto de respeto y condolencia que se sobreponga al dolor. Así, se hace necesario remendar el corazón y la mirada de los deudos —todos y todas como sociedad— desde acciones sencillas, como la del movimiento del hilo en la aguja que al ser enhebrada crea un ritual vivo para revelar de qué manera cada una de estas personas nos faltan. Se trata de crear un conjuro habilitado para convertir la impotencia y la indignación frente a la pérdida y la injusticia en la fuerza de un memorial bordado que, en el encuentro con quien se acerca a él, informe, honre la vida y haga un homenaje con capacidad de dignificar, denunciar y exigir justicia. Se trata de bordar con la esperanza de que al ritmo de la aguja la muerte violenta se detenga y se remiende el entramado social roto por una guerra que no da tregua.
Todos los nombres, todos los rostros
Las manos no dan abasto para bordar los nombres de quienes nos faltan desde el 1 de diciembre del 2016. Los asesinatos no se detienen. Según la base de datos del informe especial Todos los nombres, todos los rostros del Instituto de Estudios sobre Paz y Desarrollo (INDEPAZ),1 desde esta fecha han sido asesinados 566 líderes y lideresas sociales y defensores de derechos humanos. Sólo en el 2018 fueron 252 las personas registradas, y en la primera semana del 2019 ya se contaban 7 (Ver gráfico 1).
La persecución se ha dado de manera sistemática frente a aquellos y aquellas que desde sus diferentes territorios coinciden en continuar en la defensa y construcción de la vida digna. Nombres de mujeres y hombres que lideran procesos de restitución de tierras y sustitución de cultivos, que defienden los derechos humanos, que integran mesas de víctimas y juntas de acción comunales, que denuncian los atropellos y las amenazas que actores armados, políticos y económicos cometen en contra de la posibilidad de vida en sus comunidades rurales y urbanas, han sido los que tristemente integran la lista de asesinatos. Dentro de los registros también se encuentran excombatientes y familiares de miembros de las antiguas FARC-EP, así como integrantes de organizaciones sociales y políticas como Marcha Patriótica que se han mostrado activos en los proyectos de construcción de paz.
Junto a estos nombres aparece el mapa de los lugares más afectados, dentro de los cuales los departamentos con el mayor número de víctimas son Cauca, Antioquia, Norte de Santander, Nariño, Valle del Cauca, Chocó, Arauca y Risaralda, todos ellos territorios para los que la guerra y el miedo no es una novedad en tanto históricamente han sido disputados por fuerzas armadas, económicas y/o políticas con intereses por controlarlos u ocuparlos.
Hasta el momento, de esta base de datos de 566 nombres, 133 ya han sido bordados y 10 se encuentran en proceso de elaboración. Todo ha sido gracias a la participación de cerca de 250 personas que en distintos lugares del país han sumado sus puntadas a lo largo de movilizaciones y eventos académicos en defensa de la vida. Han sido manos que bordando en el espacio público y en colectivo se han sumado a la intención de proponer otras maneras de manifestación que posibiliten compartir y crear encuentros donde sean posibles tanto la conversación como el silencio, así como la expresión creativa de ideas, lenguajes, herramientas y emociones que emergen al entretejer actividades que tradicionalmente han sido íntimas y domésticas, como lo es el oficio textil, con la movilización social.
El corazón de El Ojo de la Aguja es la mano que borda sobre cada uno de los pañuelos o trozos de tela blanca, de 40 x 40 cm, en los que se escribe con lápiz, para no manchar la tela, el nombre, la fecha, el lugar y el perfil de la persona asesinada. Una vez el pañuelo es marcado, se borda con hilo de color rojo, y las puntadas que se emplean dependen del conocimiento de quienes se acercan y ofrendan su disposición y tiempo para el tejido. Los pañuelos son almacenados y conservados por personas que socializan la experiencia y dinamizan la continuidad de su elaboración.